Un jugador es un nuevo camino. Cada alumno trae su historia y lleva su propio ritmo. Nuestra labor es la de ser guía, mentor y acompañante. No somos jueces ni predictores del futuro, solo somos testaferros del presente. Evaluamos, observamos, anotamos habilidades, testeamos actitudes, aconsejamos y ayudamos a marcar el recorrido diario en función de los objetivos del jugador. En este punto la honestidad es necesaria y requerida.
La experiencia es un grado y nos da información sobre qué patrones de movimiento son los de mayor rendimiento y eficiencia. El estudio de nuestro deporte y la continuada formación nos da conocimientos sobre biomecánica, táctica, preparación física y psicología que es nuestra misión dosificar y transmitir a nuestros jugadores. Un entrenador bien formado, prudente y experimentado ahorra equivocaciones al jugador y encuentra atajos basados en la veteranía en el circuito y en la profesión.
Sin embargo, me parece importantísimo saber que el estilo del jugador y su naturaleza mecánica pueden dar con soluciones nuevas y no habituales en su interpretación técnica, táctica y física del juego. Comparar, tabular, dogmatizar y querer amoldar a los nuevos jugadores en conceptos excesivamente rígidos en cuanto a nuestra visión de la ejecución técnica o táctica puede también coartar las capacidades individuales y creativas de cada jugador.
Todo jugador es una excepción a la estadística, un camino exclusivo que debe ser individualizado en la medida de lo posible. Encontrar ese equilibrio entre lo que sabemos, lo que creemos que sabemos y lo que vamos a aprender juntos es un excelente punto de partida para acompañar a todos los jugadores en el día a día sea cual sean sus objetivos.